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lunes, 29 de octubre de 2012
¿Me cambias el sitio?
Tradicionalmente, el cirujano se coloca a la derecha del paciente. Salvo los zurdos, que lo hacen a la izquierda (y los ginecólogos y algunos cirujanos que prefieren abordar el recto desde ese lado, o la búsqueda del nervio recurrente que cada uno hace desde donde más cómodo se encuentre). Como todo en cirugía, tiene su explicación, que no es motivo de esta entrada.
El motivo de esta entrada, es una reflexión, sobre aquellas cirugías que comencé en el lado derecho y acabé en el izquierdo. O las que desde la derecha hice de primer o segundo ayudante. Son varios los motivos que pueden llevar a esta situación. Por lo general, yo suelo usar la frase: “¿Te quieres poner aquí?” en dos situaciones fundamentales:
1.- Cuando necesito ayuda porque
A) La anatomía me hace imposible ver con seguridad lo que estoy haciendo. Algo que por el momento (según recuerdo) creo que solo me ha pasado con cirujanos zurdos, por lo que no ha hecho falta cambiarnos de sitio, sino sólo cambiar pinzas por separadores.
B) La situación es crítica y requiere que la solucione eficaz y rápidamente alguien con experiencia. Esto, sólo me ha pasado una vez, si la memoria no me falla. Hace poquito, y se agradece no sabéis cuanto la ayuda en estos casos.
2.- Cuando el que opera es el que tengo enfrente, porque poco a poco se va haciendo con el instrumental y te ves de brazos cruzados a la derecha del paciente (situación, que particularmente me pone de muy mala leche). Y cierto es que el que tengo en frente, va a operar, más rápido, más eficientemente y no se va a plantear dudas que a mí me surgen y me van frenando… ¿Corto esto? ¿Te parece que este es el cístico? ¿No prefieres que disequemos un poco más?
Pero… ¿Se trata de eso? Porque dentro de dos años, yo seré la responsable, y me siento un fracaso total cuando no puedo ni llegar al punto en el que yo sea la que se da cuenta, de que necesita esa ayuda que me ofrecen de manera anticipada. Por supuesto todo esto sin poner en peligro la seguridad del paciente, que puedo ser muchas cosas, pero me considero muy sensible con mi trabajo.
Y no puedo evitar, cada vez que me pasa esto, acordarme de mi madre, cuando me veía planchar las primeras veces, y me decía: “quita, anda, que ya lo hago yo”. Sé que no será muy entendido el símil, pero al fin y al cabo, es mi blog…
Y es que a conducir se aprende conduciendo, y mira que me senté veces al lado del conductor antes de coger el coche por primera vez… Y ni puta idea tenía de cómo empezar cuando me senté yo misma detrás del volante. Y recuerdo a mi profesor de autoescuela… No sueltes el embrague tan rápido, no aceleres cuando cambies de marcha, no te acerques tanto a la acera… Y muy pocas veces pisaba el los pedales que podían hacerle tomar el mando. Y aprobé a la primera…
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