Es difícil de describir. Hace ya 15 años que llegué a Madrid para quedarme a vivir en aquel colegio mayor que todos conocían como "El Johny". Llegué con miedo como se llega a todos los sitios desconocidos. Con ganas de comerme el mundo y una ingenuidad que casi, sólo casi, he perdido ya. Recuerdo el momento en que mis padres se fueron y me quedé sola en aquella habitación pensando que coño se me había perdido a mi allí, donde no conocía a nadie.
Desde entonces han pasado muchos abriles. Muchas primeras veces. He crecido. He conocido a muchas personas que merecía la pena conocer y he visto muchas cosas que la mayoría prefieren no saber que existen. Acabé una carrera, una especialidad y hace ya 2 años que no vivo a diario en Madrid.
Y sin embargo... Cada vez que piso el suelo de Madrid, no puedo evitar esa nostalgia que uno siente al llegar de nuevo a casa. Esa comodidad de lo familiar. Esa tranquilidad del que encaja la última pieza del puzzle.
Esta mañana llegaba a Madrid. Me parece que los músicos callejeros hacen un trabajo, escasamente remunerado para el que invierten mucho tiempo en su formación personal y que consiguen a veces acariciarte el alma lo cual no tiene precio. Eso precisamente es lo que me ha pasado hoy al subir al metro de Madrid. Un tipo ha sacado la guitarra y la armónica y se ha puesto a tocar esos acordes tan familiares de la Senda del Tiempo. Imposible no sentirme de nuevo en casa ante esa bienvenida.
GRACIAS MADRID, POR TODO LO QUE ME HAS DADO.
Adoro esa canción :) Hacemos hogar en cada uno de los lugares que vivimos si lo hacemos con intensidad. Un saludo
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