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sábado, 27 de marzo de 2010

Divina providencia

He de decir que he vuelto de África con una fe renovada. Fe en las personas que forman mi Iglesia, ya que sin ellos lo habríamos tenido muy difícil. Ha querido el destino que sean ellos quienes aseguraran nuestro bienestar a lo largo del camino.

Todo empezó cuando al llegar allí, la organización que nos había llevado hasta el lugar más inhóspito del mundo, la fundación "Vie pour Tous", nos abandonó en un lugar donde nuestros suministros de comida no estaban asegurados, a excepción de los 25 kilos de arroz, algunas piñas y unas pocas latas de tomate. Parece ser que el trato que habían hecho en España de ocuparse de nuestra manutención a cambio de que nuestra asistencia sanitaria fuera gratuita, se les había olvidado. El caso es que allí nos quedamos, sin agua potable, con luz a ratos y con comida limitada, sin volver a saber nada de ellos hasta que no tocó volver a casa. Tampoco nos habían dejado cambiar dinero, así que no teníamos francos CFA que poder gastar en nuestra manutención.

Así las cosas, y cuando ya lo poco que teníamos (leche en polvo, cacao, galletas y hasta batidos de cuidados paliativos que habíamos llevado desde España), se acabó, recibimos un e-mail de unas monjas panameñas, de la Pequeña Familia de María, con las que habíamos intentado contactar antes de llegar a Benin. Una llamada de teléfono y al día siguiente se subieron en un coche las 4 horas que las separaban de dónde vivíamos, con el maletero lleno de comida, dinero para que pudiéramos cambiar y hasta cervezas. Ese día si que vino Dios a vernos. Ellas tenían un dispensario en Natittingou, y estábamos seguras de que harían mejor uso de todo el material médico que habíamos llevado desde Madrid, así que a ellas se lo dimos. Además conocían a gente en Banikoara, por lo que a partir de entonces tuvimos contactos que nos acompañaran a comprar o nos enseñaran cosas básicas en la vida africana (véase la entrada de como matar un pollo).

Incluso nos organizaron el viaje por la Pendjari, que fue un jarro de agua fresca que renovó nuestras fuerzas en medio de tanto calor. Cuando íbamos hacia el parque natural, dormimos una noche con ellas. Nos dieron hasta natillas, ¡qué ricas! y una cama con mosquitera donde pasamos la noche. Nos enseñaron el hospital que están haciendo para descargar un poco al de Tangietta, que es una estructura admirable. Limpio, grande, con luz, y con unos recursos muy bien gestionados. Vamos, un sitio donde hacen mucho bien.

Al volver de ese viaje, aprovechamos para visitar el hospital de Tangietta, centro de referencia del país, y de los de alrededor, muy bien organizado. Allí nos recibió Sor Cristina, de Parla, yo sabía de ella por Pascual al que tuve la suerte de conocer por casualidad cuando me acerqué al hospital de Ciudad Real para ver como andaba el servicio de cirugía. La religiosa nos enseñó los recovecos de las instalaciones, antes de ofrecernos otro vaso de agua fría esta vez con el sabor que deja en ella el sirope de baobab. Viene a ser algo así como las lembas del camino, para los que conozcais el Señor de los Anillos.

Tras este viaje volvimos a nuestra vida en Banikoara. De nuevo quiso la divina providencia encontrarse en nuestro camino, cuando Javi habló con su madre, que es enfermera en el Clínico, y habían tenido como paciente a un cura español, que trabajaba en Bembereké, a medio camino entre Banikoara y Parakou, y que iba a volver al país africano tres días más tarde. Como nos dejó su teléfono, le llamamos, y nos pusimos en contacto con él.

Cuando vino a recogernos un chófer de la fundación (aparecieron de nuevo después de que ya habíamos pedido ayuda al consulado de España en Benin, ante la perspectiva de poder perder el avión), le pedimos que parara allí, porque teníamos un recado (lo que se conoce como hacer la 3-14) Una vez allí, bajamos el equipaje y les dijimos aquello de: "¿Sabes contar? Pues no cuentes conmigo" y nos quedamos en la misión española que el padre Alejandro ha construido allí. La verdad es que es increíble lo que ha conseguido ese hombre, que lleva allí solo 7 años. Bueno, solo no está, porque se ha buscado amigos africanos a los que ha enseñado a hacer paella y una de las mejores tortillas de patatas que he probado en mi vida.

Este sacerdote, ha montado un internado donde los chavales pueden estudiar, y hasta dormir en camas, algo que en África es muy poco frecuente. Hay aulas, biblioteca, y les ayuda con la comida cuando se quedan sin suministros. Vamos, que allí ves que el dinero que se manda sirve para hacer algo bueno y no sólo para sacarlo un poco más blanco, como era el caso de la fundación que nos llevó hasta allí.

El padre nos dejó dinero para volver, que ya le hemos transferido desde España, nos acogió en su casa, y nos enseñó que hay personas que trabajan en silencio entregando su vida por una causa en la que creen. Fue nuestro último ángel de la guarda, de los que no nos faltaron a lo largo del viaje.

Gracias a toda la buena gente que forma nuestra Iglesia.

jueves, 25 de marzo de 2010

El momento más difícil de la travesía...

Esta entrada la empecé a escribir en África, pero por problemas técnicos no pude publicarla. Fue el día más duro que recuerdo, al menos personalmente. Os lo cuento por dos motivos: para vaciarme de ciertos sentimientos (no sabéis lo terapéutico que puede resultar escribir un blog), y para ver si puedo tocar alguna conciencia dormida. Aviso que el contenido que viene a continuación puede herir sensibilidades.

"Hace poco que os contaba, que en África las cosas salen bien de casualidad la mayoría de las veces. Ha querido el destino que hoy la casualidad se haya ido de vacaciones y haya venido la lógica a ocupar su lugar.

Esta siendo el peor día desde que llegamos aquí. Creo que no miento si digo que también ha sido de los peores de mi vida. Tras tres días al oeste, dónde la temperatura se mueve entre los 25 y los 40ºC no he podido dormir nada en toda la noche a treinta muchos y no os quiero contar como está siendo la hora de la muerte del blanco donde alcanzamos los 50ºC. Juntad esto a las pocas horas de sueño que he tenido últimamente y os hareis una idea de como he ido al hospital.

Hoy nos tocaba a Ire y a mí, como no había partos nos hemos ido a las urgencias. En un momento dado, después de recoger mi tensión arterial que se estaba cayendo al suelo nos hemos asomado al oir gritar a un niño. Llevaba la mano vendada, y por la sangre y los gritos se deducía que algo chungo estaba pasando. No sé si os he contado que son una raza superior y no se quejan por cualquier cosa.

La historia era que el padre estaba cortando algo (no domino suficientemente el baribá para enterarme de que era) a las 7 de la mañana y el niño había metido la mano. El hedor a carne humana que se empieza a pasar invadía toda la urgencia mezclado con olor a sangre que salía en gran cantidad (repito que estamos a casi 50 grados y la carne tarda poco en ponerse mala, esto ha sido a las 12). Al quitarle la venda, algo ha caido a la papelera, era un dedo. Otro se ha quedado colgando. Más o menos ha sido así:


Esta entrada la empecé a escribir en África, pero por problemas técnicos

El niño seguía gritando con un sonido que desgarraba el alma. El padre con cara de "Dios mío, que le he hecho a mi hijo". El enfermero ha decidido que un poco de diazepam en vena no iba a venir mal, y le ha chutado una ampolla al crío que ha caído en profundo sueño, tanto que Irene y yo nos hemos preguntado si aún respiraba. Hemos salido un momento a tomar el aire. Reconozco que estaba bastante mareada, pues ya no me había levantado muy bien por la mañana, y esto no era lo mejor para continuar. El enfermero se ha ido también y ahí se ha quedado el chaval:



A los pocos minutos hemos vuelto. Me he puesto dos pares de guantes para ver como de grave era la cosa. En un momento deduje que sólo con un buen equipo de plástica y microcirugía había alguna posibilidad de salvar esos dedos de la mano derecha de aquel niño. En España, se habría derivado al mejor servicio donde se pudiera hacer. Aún así habría sido difícil. A la media hora ha vuelto el enfermero. Yo ya estaba buscando suturas, porque no podía pasar más tiempo sin hacer nada. Me ha dicho que si me ocupaba yo, al verme con los guantes, y le he dicho que no sabía, así que prefería verle a él. El niño ha empezado a despertarse y le han calzado otra ampolla de Valium. Esta vez la vía se ha roto, y el fármaco ha ido fuera, por lo que no ha hecho mucho efecto. He ayudado a sujetarlo mientras el enfermero cosía, el niño gritaba, el padre luchaba por no llorar, y yo temía por mi mano, muy cerca de las agujas, que se movían demasiado por la falta de anestesia (aquí hay que suponer que todo el mundo tiene VIH hasta que se demuestre lo contrario).

Al final ha entrado otro hombre y ha sujetado él mientras el enfermero suturaba. ¿Reimplantación? Por supuesto que no. Una infección aquí es condenar a un niño a perder el miembro y eso interesa menos que perder dos dedos. Unos muñones y ya está.

He salido un momento a la sala de accouchement, a ver si veía algo más agradable y cambiaba de ambiente. Allí había una mujer que llevaba desde el día anterior ingresada por anemia, después de dar a luz, con su gotero puesto, y otra mujer, que por la mañana cuando habíamos llegado no estaba allí. Sólo le veía los pies, y la tripa de embarazada. He entrado con la sensación que te invade cuando algo malo está cerca. No puede ser verdad. Detrás de mí ha entrado una mujer a la que llamamos Cenicienta II (Cenicienta I trabaja en el centro de santé): "Elle est morte". Ya lo veo, ¿dónde está la historia? me ha sacado la hoja rosa donde se apunta la historia del parto. Había ingresado por la noche con trabajo de parto, en un momento dado había empezado con anemia. No había ginecólogo, así que no se ha podido hacer cesárea, había muerto, nadie se extrañaba por ello, es algo que aquí pasa demasiado a menudo.

Yo no estoy acostumbrada, como dice la gente de aquí, será cuestión de habitude. Aún así no entiendo porque una vez muerta la han metido en la sala de partos, donde otras mujeres dan a luz al mismo tiempo. En fin, así es la vida de dura en África"

Gracias a Irene por su entereza a lo largo de tantos momentos.

Aterrizando

Después de unos cuántos días de viaje, por fin llegamos a Madrid. La verdad es que tras tanto tiempo con carencias básicas, he agradecido mucho llegar a un sitio donde abres el grifo y sale agua que hasta puede beberse sin necesidad de potabilizar.



Esta mañana hemos ido al Carlos III y nos han mandado hacer pruebas de todo tipo. Tenemos que volver el viernes. Después de estar un mes y medio tratando a gente sin pruebas diagnósticas, se me hace raro que me pidan PCR que cuesta un riñón para diagnosticar cosas que seguramente no tenga, y cuyo manejo no va a variar mucho. Pero así es nuestra sanidad, y por eso hay paises que van bien y otros donde muere gente a cholón.



Tengo que contar muchas, muchas cosas, de momento he de ordenar las ideas. Diré que tuve la despedida más dura de mi vida cuando tuvimos que decir adios a los niños del orfanato: el niño gordito, la niña de la vara, la niña de las bragas, la niña-niño, el niño-niña, el bebé letárgico... Por cosas tan circunstanciales como te donde te ha tocado nacer, tu vida está totalmente predeterminada sin que a veces puedas hacer mucho para cambiarla. Los más inocentes, los niños son los que me han tocado el alma en este viaje. Se merecen mucho, mucho, y les escribiré varias entradas.

domingo, 14 de marzo de 2010

La Pendjari

Este fin de semana hemos estado en La Pendjari. Es un parque natural de Benin, que está en la provincia de Atakora, y limita con Burkina Faso. Para ello antes pasamos por Natintingou, donde visitamos a unas monjas panameñas del dispensario de Santa Bakita que están siendo nuestros ángeles de la guardia en este viaje. Gracias a ellas hemos podido autoabastecernos todo este tiempo, porque ya dedicaré una entrada a la mafia de las ONG´s en África, que da para mucho el tema.

El caso es que ha sido increible. Esta mañana nos hemos bañado en una cascada espectacular en uno de esos momentos que sabes que pasa en veces contadas a lo largo de una vida. Ayer estábamos encima de un cuatro por cuatro, hablando sobre la mafia napolitana y lo que vamos a elegir cuando lleguemos a España de especialidad, mientras unos elefantes comían tranquilamente con sus crias, a 20 metros escasos de nosotros.

Lo único que no hemos conseguido ver han sido los leones, y es que el rey de la selva se hace de rogar...

Después hemos visitado el Hospital de Tanguieta, donde hemos estado con otra religiosa que nos ha enseñado el gran trabajo que están haciendo, allí.

También he empezado a escribir una novela, que espero acabar algún día, la verdad es que ideas no me faltan, este viaje está siendo una fuente de inspiración en muchos sentidos.

Mañana tenemos que ensayar un teatro que tenemos preparado para los niños de dos colegios de aquí sobre el lavado de manos. Lo cierto es que entre todos hacemos un buen trabajo, espero que quede bien, ya os iré contando.

Un saludo desde el Oeste de África a todos los que hagais una parada por aquí. A los familiares de Irene, decirles que su pelo está a salvo, gracias a los comentarios de la última entrada. Y a la madre de CrisV que ¡es muy grande! Sensacional lo de los pasaportes en regla...

lunes, 8 de marzo de 2010

Tradiciones africanas

Y la primera que descubrimos al llegar aquí es el concepto tan diferente de lo que viene siendo el espacio-tiempo. Eso lo descubrimos el segundo día, cuando nos dijeron que el viaje en autobús sería de 3 horas y 7 horas después aún no habíamos llegado. Uno se va haciendo una idea, de que el reloj en África no es una prioridad. Esta tarde sin ir más lejos, habíamos quedado con varias personas, y aún no se han presentado, y ayer que no quedamos con nadie, tuvimos una visita esperando 3 horas y media en la puerta de casa, claro está que era negro, porque nosotros habríamos muerto. Y es que hoy hemos sacado el termómetro a la calle y ha petado porque la temperatura era de más de 50ºC que es lo máximo que alcanza.

Luego está lo de que el comandante en jefe de la policía de Banikoara se calce en tu casa a las 9 de la mañana de un sábado, diciendo que son amigos, que lo serán, pero no me digais que no acojona el tema...

Y para tradiciones africanas, tuvimos el sábado las ferias del rey baribá de Banikoara. La verdad es que mucho no entendimos. En un momento dado estábamos en un banco, sentados en la casa del rey, Javi, Ire (por cierto, aprovecho para decirles a sus padres que o comentan o su pelo corre peligro...jejeje), la petit Cristina et moi, y un tipo con un percentil negativo para el cante, tocando un instrumento desconocido mientras una mujer nos echaba agua en los pies, y los scouts, que están en todas partes, saludaban a la petit Cristine con la promesa scout. No contentos con esto, aparece un tipo, que se tira al suelo, abre una cajita con algo sospechoso que se pone en la nariz (ahí lo dejo) y empieza a fliparlo delante de todos. Al rato llega el rey, que más bien pareciera un patriarca gitano, montado a caballo con una capa amarilla, y unas gafas de sol, saludando a la peña. Mientras la gente nos miraba como si no hubieran visto un blanco en su vida y nos tocaban para ver si desteñíamos. Y el de ahí abajo es el rey:



Después de tan pintoresco momento, nos llevaron al Carrefour de los reencuentros, que era un barecito, que podría ser una caseta de la feria, para servirnos una cerveza tradicional, en una especie de calabazas, que nos bebimos asumiendo cualquier posible gastroenteritis posterior, aunque después de un par de tragos, nos dejo de importar el peligro.

Tras esto, nos fuimos a la zona VIP, que es como la versión africana de la campana en Sevilla, para ver los bailes que le hacían a la ministra, y a la versión beninesa de Corleone, que repartía billetes a cholón (imaginaros quien me ha pegado este dicho).

En fin, que da para muchas entradas sobre momentos surrealistas. Mañana os contaré sobre como el ñame absorbe todo el agua y no da nada a cambio.

No os lo vais a creer pero acaban de llegar las visitas.

Un abrazo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Esto es África

Estar sin luz o agua es algo que todos hemos vivido en nuestras casas alguna vez, así que en esos momentos, aunque incómodos uno no nota que se ha ido al tercer mundo. Es en otros en los que uno se percata del asunto...

Sobre todo en el hospital, o en el centro sanitario, al que nosotros llamamos el Bronx. Esta semana hemos tenido unos cuantos momentos de ese tipo. Estábamos la petit Cristine y yo en la consulta, cuando nos asomamos a la puerta y vemos a un hombre con todas las moscas del mundo, tirado en el suelo, con las rodillas en una posición imposible, y unas piernas con atrofia de no haberlas usado en mucho tiempo, lo traía un amigo y andaba con las manos, porque para que una silla de ruedas, esto es África. Aún lo estábamos flipando con el hombre ahí tirado, cuando llega una familia con una mujer con la cara tapada con un pañuelo, como se suele hacer con los cadáveres, por lo que uno tendía a pensar que lo mismo viva no estaba, aunque sorpresa porque al destaparle la cara la mujer hacía por respirar, eso sí un poco deshidratada estaba, lo que no es muy raro teniendo en cuenta los 48 grados a la sombra que hace en este lugar (no exagero, es lo que marcan los termómetros). Se decidió el ingreso de ambos, el primero por úlcera gástrica, diagnósticada por la clínica, y tratada sin omeprazol, porque esto es África y no hay ni gastroscopias, ni fármacos caros, la segunda por fracaso de los tratamientos previos de vudú, que se habían probado previamente, o eso dedujimos de los gritos en baribá que se daban familia y médico.

Al día siguiente, otra vez con la petit Cristine, estábamos ambas en la consulta prenatal, cuando entra una mujer de parto. Yo no sé mucho de palpar presentaciones, pero al tocarle la tripa me parecía que la cabeza estaba arriba, y el día anterior había palpado una cefálica, y por el cuello del útero salía algo más duro que la cabeza de un bebé. Total, que le digo a la enfermera que iba a ser el primer parto completo que viéramos desde que llegamos, cuando me dice que iba a ser una cesárea por la presentación y llama al jefe de gine que por suerte estaba por aquí (y es que sólo hay 3 médicos para 200.000 habitantes). En esto que entramos a la sala, y algo asomaba por la vagina de aquella mujer. Estaba claro, era un pie, un pie con el cordón por delante. Entonces nos entró la paranoia de que era un prolapso de cordón, y que no podía salir el cordón por delante, así que allí estábamos las dos solas, porque la enfermera había desaparecido, intentando empujar el cordón otra vez para dentro, cuando la enfermera llega y nos dice que lo dejáramos que eso iba solo…

Nosotras sólo pensábamos en que la semana anterior nuestras compis habían tenido un parto parecido, y el bebé nació muerto después de unos 20 minutos de expulsivo, que nos grabaron en video y habíamos estado viendo eso. Total, que todo nuestro esfuerzo iba destinado a evitar que se repitiera algo así. Allí estábamos las dos gritándole a la mujer, que ni siquiera hablaba francés, sino sólo baribá: “EMPUJA, PERO EMPUJA, POR DIOS”, y la verdad es que nos entendía. Volvió la enfermera, y le dijo a Cris que no tenía los guantes de látex puestos, sólo los de vinilo que trajera el teléfono, y ahí estaba Cris con el teléfono y su cable en la mano, sin querer quitárselo por si se apagaba, intentando darle al botón de rellamada, que por supuesto era el segundo de los botones azules que pulsamos. Al final la enfermera con todas las manos llenas de meconio, dándole a los botones del teléfono que sujetaba Cris, y yo de fondo: ”¡PERO EMPUJA, POR DIOS!”. Sólo faltaba la cabeza, cuando por fin apareció el ginecólogo, que tiró del niño como si fuera un bacalao, y sacó la cabeza en un segundo. Y claro como no había nada más que hacer se puso a cambiar una bombona de oxígeno, que no se podía usar porque no había aplicador. El corazón latía, pero era el niño menos feliz del mundo, totalmente flácido, muerto. No tenía reloj, pero supuse que su frecuencia era muy lenta y le empecé a hacer masaje, el gine decía que si latía sólo había que ventilar, pero tampoco había nada para ventilar porque para que, esto es África. A los 2 o 3 minutos llegó la enfermera con la trompetilla de escuchar los latidos y se la puso en la boca a modo de ambú, y así le empezó a ventilar. Cris con el fonendo oyendo si el aire entraba en los pulmones, la enfermera se volvió a pirar y me quedé yo con la campanilla ventilando, Cris a mi lado con el fonendo y colocando bien la vía aérea, y dos mujeres desnudas en las camas de al lado, ellas también estaban de parto… En un momento dado la enfermera, empezó a rezar, y el niño empezó a hacer esfuerzos por respirar. Después de mucho luchar, estaba de nuevo entre los vivos. Con mucho miedo por una posible encefalopatía hipóxico-isquémica, intentamos que reaccionara, mientras la enfermera rezaba y lo bañaba en alcohol una y otra vez. Empezó a mover las piernas, y al cabo de un rato, ya tenía reflejo de prensión, y también de chupeteo. El moro no se lo hicimos porque la enfermera decía que había que dejarlo descansar, y eso hicimos, mientras entró una familiar buscando algo… Que en un momento de lucidez deduje que era la placenta, y así fue porque le abrí el cubo donde la habíamos tirado y se la guardó en una bolsa, vete a saber para qué.

En eso desaparecieron los familiares, madre incluida, que se levantó mientras la familiar limpiaba (aquí todo paciente está obligado a venir con un familiar que limpie y cocine). Y allí se quedó el niño milagro sólo sin nadie que le abrazara después de tanto luchar, no sé si después alguien volvería a por él, porque aquí hay veces que uno no entiende nada.

Hay muchos más momentos de ese tipo, pero este era de los primeros que quería compartir, porque después de todo, las cosas salieron bien, aunque fuera de casualidad.

Si me da tiempo, os contaré como fuimos ayer a la casa del rey baribá de Banikoara, y nos sentaron en zona VIP, para ver la cabalgata de las fiestas.

Continuará…

jueves, 4 de marzo de 2010

Momentos surrealistas segunda entrega

En el top ten de momentos surrealistas desde que llegamos podríamos situar perfectamente el día de hoy. Resulta que al salir del hospital (sé que muchos estais esperando que os cuente como funciona el hospital, pero eso será en otro momento), hemos pedido al chófer que nos acompañara al mercado a comprar unos pollos para que no nos estafaran por ser blancos. Nosotros los queríamos cocinados, porque el otro día uno de los médicos nos trajo uno y estaba para chuparse los dedos. Parece ser que era mala hora para encontrarlos cocinados, así que el chófer nos ha explicado que sólo nos lo podían poner crudos. Nos ha parecido bien, así que estabamos pensando como cocinarlos cuando nos lleva de vuelta al hospital y recoge los dos pollos, que vaya si estaban crudos entrando por la ventana de la ambulancia que nos hace de transporte:



Allí estábamos Ire, Blanca, Cris V, Javi y yo con los pollos, y Maribel y Cris DM esperando para que los llévaramos a casa, ya que les tocaba cocinar a ellas... Como nos ha parecido que nos iba a llevar un tiempo, hemos decidido comer una variedad de ensalada murciana, a la africana, que nos habían cocinado ya, muy rica por cierto.

El caso es que teníamos el asesinato previsto para después de la siesta, que es la hora del infierno, en la que los pobres blancos lo pasamos mal. Mientras tanto los hemos dejado en el porche con un poco de agua y maiz, para que no murieran antes de tiempo. Estaba yo acordándome de los muchos viernes que fui con mi padre a por pollos, para que mi abuela los matara en el restaurante y nos lo comierámos después. Recordándo como mi abuela los dejaba desangrarse, y preguntándome si era sólo por el caldo o eso tenía otra función especial que desconocía... De voluntarias para el asesinato estábamos la petit Cristine, Maribel y yo que está claro que somos las que no moriríamos de hambre en este lugar...

Sin previo aviso, como suele ser aquí se nos han presentado las visitas. Y les hemos explicado que nos habían hecho un regalo, pero que en España los pollos venían en las estanterías del supermercado, así que a ver si nos podían echar una mano o dos. Y allí que se han puesto las dos mujeres con sus hijos a la espalda manos a la obra. Y ojo al dato que os voy a contar como se mata un pollo, que lo hemos buscado antes en la wiki (vaya generación la nuestra, si se enterara mi abuela) y no había una buena explicación:

1.- Se le da agua a los pollos, para que beban, para ello se les mete la cabeza en un barreño.
2.- Se les saca la cabeza del barreño, y mientras tragan, se hace un corte limpio en la tráquea, al tragar la anatomía es más fácil.
3.- Se inmoviliza al pollo, para lo que se usa una piedra o ladrillo de tamaño suficiente para que no pueda mover las alas ni escaparse.
4.- Cuando el pollo estira la pata se procede a desplumarlo, para ello se debe haber preparado un barreño de agua hirviendo, que se va echando al barreño en el que hemos introducido el o los pollos.
5.- Se tira de las plumas en el mismo sentido en el que están implantadas, o sea al contrario que cuando te haces la cera.



6.- Una vez desplumado se lava con agua y jabón, y se procede a la disección.
7.- Se retiran buche e intestinos y se corta al gusto.
8.- Habíamos pensado cocinarlo al estilo microondas gitano según un mail que circula por ahí, pero nos hemos decantado por hacerlo a la cerveza...
9.- Se despide a las visitas, agradeciéndoles su colaboración.

El resultado final es este:



Bon apetit!

miércoles, 3 de marzo de 2010

Buena Suerte

Hoy ha sido un día muy completo. Esta mañana hemos tenido la primera despedida del grupo. Se ha ido Adelaida, hacia España, porque tiene que acabar su residencia de familia, en Segovia y no le estaba permitido quedarse por más tiempo. Lo bueno de estos viajes es que acabas haciendo amigos en cada rincón del mundo, y ahora Colombia, es para mí también signo de buena suerte, el signo de su sonrisa.

La verdad es que contar contigo ha sido un placer, porque he aprendido como es un buen médico, porque eres capaz de transmitir paz en los momentos difíciles, pero sobre todo por tu calidad humana, que he ido descubriendo poco a poco y espero poder seguir compartiendo por mucho tiempo. Sabes que le echamos un vistazo a esto todos los días, así que avísanos cuando llegues, guapita.

Después de eso se ha manifestado la divina providencia en forma de provisiones traidas por unas hermanas religiosas de Panamá, una Alemana muy maja y su marido, que nos han proporcionado comidas y contactos en Banikoara, y a ellas les hemos entregado nuestra pequeña farmacia, ya que estamos seguros de que harán un buen uso de ella, lo que aquí es difícil de asegurar. A pesar de mi pequeña indigestión de hoy, me he recuperado y he podido disfrutar de los pequeños placeres alimentarios, aunque he de decir, que nos ha podido un poco el ansia después de tantos días a base de piña. Lo siento Adelaida, pero te has ido ahora que han traido cervezas (aunque mi estómago no me ha permitido probarlas...) Incluso nos han traido dinero para que pudiéramos cambiar, por lo que aprovecho para tranquilizar a la familia de Irene, que de momento su pelo está a salvo (sé que es motivo de preocupación).

Mientras escribo esto, me acompañan a mi lado derecho la alegría de la casa, quien la conozca ya sabe que hablo de CrisV o La Petit Cristine (la gran Cristine está durmiendo), frente a mi Blanch, y a su lado Xavier, que intentan controlar a nuestro nuevo inquilino, una rata mucho más grande que los gatitos del jardín desierto. Vamos que podemos rodar un capítulo de Rasca y Pica digno de especial de los Simpson. En un rincón la araña escorpión, vieja amiga de estas noches, y en el jardín se oyen pasos de algunos seres vivientes más. De fondo se escucha como cada noche a Celine Dion con la BSO de Titanic, que debe ser de lo poco de música que tienen en el Motel Château (posible puticlub según nuestras sospechas).

Buenas noches desde el Oeste de África.

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