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martes, 10 de agosto de 2010

El primero en llegar

Voy a hablaros de otro de mis adjuntos. Un hombre de pocas palabras, pero que cuando dice algo muy pocas veces te deja indiferente. Fue la segunda persona que se puso en contacto conmigo cuando elegí la plaza. Lo que se agradece cuando llegas a un sitio nuevo por primera vez.

Creo que ha sido el primero en llegar durante años, se cree que es él, el que abre el hospital por las mañanas. Con él compartí mis primeros cafés de la mañana durante los días en que los nervios por empezar tantas cosas nuevas me hacían llegar al hospital media hora antes de mi hora.

También uno de los primeros en descubrir mi blog. De hecho creo que ha sido el culpable en gran parte de que se halla hecho tan famoso que el adjunto de los cuatrillizos (uno de los internistas más majos), me preguntara en el ascensor si yo era la del blog.

Con él aprendí a poner los campos, vi mis primeros tiroides, aprendí a distinguir el rosado amarillento de las paras, de una forma que ahora mismo es la cirugía en la que más cómoda me siento, y hasta me enseñó su famosa táctica de la batidora y compartió con nosotras la infernal guardia del día de la final del mundial, camiseta de España incluida.

Hoy me he acordado de ti, marinero. De todo lo que he aprendido a tu lado casi sin darme cuenta. Esos gestos tan cotidianos como colocar el paño fenestrado que delimita el campo, protegiéndome las manos para no tocar nada. Ese tirar hacia arriba de los Farabeuf recolocándome cien veces si hace falta para enseñarte lo que necesitabas ver.

Te echo de menos al llegar cada mañana. Un abrazo marinero.

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