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domingo, 15 de agosto de 2010
Llaves
Las llaves de la casa en que crecí,
Las del garaje en el que guardaba la bici,
Las llaves del colegio mayor dónde aprendí a ser grande
Las de la taquilla donde guardaba la bata de las disecciones de anatomía
Muchas llaves
Llaves que abren muchas puertas
Las del lugar en que guardé mi primer fonendo
Las llaves de la casa en la que me refugiaba los últimos años de carrera,
la casa a la que ahora sólo voy a dormir
Las llaves del cuarto en el que me refugio en las horas de guardia
Llaves que encierran momentos de una vida
El buzón en el que alguna vez recibí tus cartas
Las llaves de mi casa
Las llaves de todos los lugares que alguna vez fueron mi hogar.
Sólo algunos de los que me conocen saben que colecciono llaveros, pero creo que nadie sabe que en realidad lo que me gusta guardar son las llaves que abren y que cerraron tantas etapas. Aunque sepa que ya no las volveré a usar, las miro y recuerdo todas aquellas veces que las perdí en el bolso, o que no las encontraba al salir de casa. Ahora me mudo de nuevo, y tengo otras llaves que guardar, otro ciclo que se cierra, otras llaves esperándome para abrir una nueva fase.
jueves, 12 de agosto de 2010
Operar y conducir
La verdad es que operar y conducir tienen bastantes cosas en común:
- Al principio te parece imposible coordinar tantas cosas a la vez, lo más sencillo se convierte en un mundo: El peatón, el paciente, las señales verticales, la enfermera, las marcas en la calzada, la historia clínica, el contador de revoluciones, el adjunto, la palanca de cambios, las pruebas complementarias, el volante, la hoja de circulante, los espejos, las relaciones con otros servicios…
- No cambias de marcha sin que te lo diga el profesor de la autoescuela, así que estés oyendo el motor pidiendo socorro a gritos. Si tu adjunto no aparece no se te ocurre pedir una prueba complementaria, no vaya a ser que no esté indicada o las pides todas, para que tenga donde elegir porque no vas a tomar decisiones tú solo.
- En las rotondas dejas pasar a todo el mundo, te vas por el carril interior siempre que esté indicado aunque ello implique dar 3 vueltas a la misma glorieta, hasta que puedas elegir la salida que conviene a tu destino. Ves a cualquier paciente que te manden, aunque le duelan las muelas del juicio y sean las 4 de la mañana. Le pides todas las pruebas que se te pasan por la cabeza y le haces una exploración completa, incluyendo neurológica aunque venga por un uñero, no sea que se te pase algo. No te atreves a pedirle cosas a las enfermeras de quirófano, al fin y al cabo ellas llevan mucho más tiempo y saben de todo más que tú, ya están dentro de la vía circular y tienen la prioridad.
- Poco a poco empiezas a hacer cosas automáticamente, y ya no hace falta que prestes atención al cambio de marchas, observas que tienes dos manos y que ambas pueden resultarte útiles en un momento dado. De repente descubres que has suturado una herida tú solo y que estás firmando el informe de alta. Subes al coche y colocas los espejos, pintas y pones los campos estériles. Te atreves a pedirle cosas a las enfermeras, al fin y al cabo, eso es parte del trabajo por el que te pagan, y si ella está instrumentando eres tú el que tiene que decirle lo que quieres que te de y aceptas sus sugerencias, cuando te las da, porque siguen sabiendo más que tú que acabas de llegar, pero no por ello van a tener que cargar con tu trabajo. Preparas todo lo que prevés que puede hacerte falta. Arrancas el coche tú sólo, y no explota en el intento.
- Perfeccionas la técnica, aunque la falta de experiencia sigue haciendo necesario contar con un buen copiloto que te advierta de esos peligros que sólo pueden verse desde ese lado del coche. Es curioso, pero cuando te pones de copiloto ya no eres un pasajero, empiezas a pensar en qué harías tú si llevaras el volante. Descubres señales en las que nunca te habías fijado cuando eras un simple pasajero. Empiezas a ver la dificultad de solucionar problemas sobre la marcha que antes criticabas sin ser consciente de que no era tan fácil como parecía. Discriminas si el coche da tirones con un conductor novel o va suave con un chófer experto. Te das cuenta de cuando una enfermera acaba de llegar o cuando sabe antes que tú como vas a solucionar ese problema que ni eres consciente de que tienes.
- Y ya no puedes ser pasajero nunca más. Porque desde que aprendes a conducir, lleve quien lleve el coche, siempre piensas en qué harías tú si fueras al volante…
Esta entrada es fruto de haberme levantado en medio de la noche sin poder dormir en parte por el calor, en parte por los nervios de volver a tener guardia mañana después de una dura vuelta al trabajo y de haber perdido la poca práctica que tenía. Me pregunto si tardaré mucho en volver a coger el punto de embrague para que no se me cale demasiado…
- Al principio te parece imposible coordinar tantas cosas a la vez, lo más sencillo se convierte en un mundo: El peatón, el paciente, las señales verticales, la enfermera, las marcas en la calzada, la historia clínica, el contador de revoluciones, el adjunto, la palanca de cambios, las pruebas complementarias, el volante, la hoja de circulante, los espejos, las relaciones con otros servicios…
- No cambias de marcha sin que te lo diga el profesor de la autoescuela, así que estés oyendo el motor pidiendo socorro a gritos. Si tu adjunto no aparece no se te ocurre pedir una prueba complementaria, no vaya a ser que no esté indicada o las pides todas, para que tenga donde elegir porque no vas a tomar decisiones tú solo.
- En las rotondas dejas pasar a todo el mundo, te vas por el carril interior siempre que esté indicado aunque ello implique dar 3 vueltas a la misma glorieta, hasta que puedas elegir la salida que conviene a tu destino. Ves a cualquier paciente que te manden, aunque le duelan las muelas del juicio y sean las 4 de la mañana. Le pides todas las pruebas que se te pasan por la cabeza y le haces una exploración completa, incluyendo neurológica aunque venga por un uñero, no sea que se te pase algo. No te atreves a pedirle cosas a las enfermeras de quirófano, al fin y al cabo ellas llevan mucho más tiempo y saben de todo más que tú, ya están dentro de la vía circular y tienen la prioridad.
- Poco a poco empiezas a hacer cosas automáticamente, y ya no hace falta que prestes atención al cambio de marchas, observas que tienes dos manos y que ambas pueden resultarte útiles en un momento dado. De repente descubres que has suturado una herida tú solo y que estás firmando el informe de alta. Subes al coche y colocas los espejos, pintas y pones los campos estériles. Te atreves a pedirle cosas a las enfermeras, al fin y al cabo, eso es parte del trabajo por el que te pagan, y si ella está instrumentando eres tú el que tiene que decirle lo que quieres que te de y aceptas sus sugerencias, cuando te las da, porque siguen sabiendo más que tú que acabas de llegar, pero no por ello van a tener que cargar con tu trabajo. Preparas todo lo que prevés que puede hacerte falta. Arrancas el coche tú sólo, y no explota en el intento.
- Perfeccionas la técnica, aunque la falta de experiencia sigue haciendo necesario contar con un buen copiloto que te advierta de esos peligros que sólo pueden verse desde ese lado del coche. Es curioso, pero cuando te pones de copiloto ya no eres un pasajero, empiezas a pensar en qué harías tú si llevaras el volante. Descubres señales en las que nunca te habías fijado cuando eras un simple pasajero. Empiezas a ver la dificultad de solucionar problemas sobre la marcha que antes criticabas sin ser consciente de que no era tan fácil como parecía. Discriminas si el coche da tirones con un conductor novel o va suave con un chófer experto. Te das cuenta de cuando una enfermera acaba de llegar o cuando sabe antes que tú como vas a solucionar ese problema que ni eres consciente de que tienes.
- Y ya no puedes ser pasajero nunca más. Porque desde que aprendes a conducir, lleve quien lleve el coche, siempre piensas en qué harías tú si fueras al volante…
Esta entrada es fruto de haberme levantado en medio de la noche sin poder dormir en parte por el calor, en parte por los nervios de volver a tener guardia mañana después de una dura vuelta al trabajo y de haber perdido la poca práctica que tenía. Me pregunto si tardaré mucho en volver a coger el punto de embrague para que no se me cale demasiado…
martes, 10 de agosto de 2010
El primero en llegar
Voy a hablaros de otro de mis adjuntos. Un hombre de pocas palabras, pero que cuando dice algo muy pocas veces te deja indiferente. Fue la segunda persona que se puso en contacto conmigo cuando elegí la plaza. Lo que se agradece cuando llegas a un sitio nuevo por primera vez.
Creo que ha sido el primero en llegar durante años, se cree que es él, el que abre el hospital por las mañanas. Con él compartí mis primeros cafés de la mañana durante los días en que los nervios por empezar tantas cosas nuevas me hacían llegar al hospital media hora antes de mi hora.
También uno de los primeros en descubrir mi blog. De hecho creo que ha sido el culpable en gran parte de que se halla hecho tan famoso que el adjunto de los cuatrillizos (uno de los internistas más majos), me preguntara en el ascensor si yo era la del blog.
Con él aprendí a poner los campos, vi mis primeros tiroides, aprendí a distinguir el rosado amarillento de las paras, de una forma que ahora mismo es la cirugía en la que más cómoda me siento, y hasta me enseñó su famosa táctica de la batidora y compartió con nosotras la infernal guardia del día de la final del mundial, camiseta de España incluida.
Hoy me he acordado de ti, marinero. De todo lo que he aprendido a tu lado casi sin darme cuenta. Esos gestos tan cotidianos como colocar el paño fenestrado que delimita el campo, protegiéndome las manos para no tocar nada. Ese tirar hacia arriba de los Farabeuf recolocándome cien veces si hace falta para enseñarte lo que necesitabas ver.
Te echo de menos al llegar cada mañana. Un abrazo marinero.
Creo que ha sido el primero en llegar durante años, se cree que es él, el que abre el hospital por las mañanas. Con él compartí mis primeros cafés de la mañana durante los días en que los nervios por empezar tantas cosas nuevas me hacían llegar al hospital media hora antes de mi hora.
También uno de los primeros en descubrir mi blog. De hecho creo que ha sido el culpable en gran parte de que se halla hecho tan famoso que el adjunto de los cuatrillizos (uno de los internistas más majos), me preguntara en el ascensor si yo era la del blog.
Con él aprendí a poner los campos, vi mis primeros tiroides, aprendí a distinguir el rosado amarillento de las paras, de una forma que ahora mismo es la cirugía en la que más cómoda me siento, y hasta me enseñó su famosa táctica de la batidora y compartió con nosotras la infernal guardia del día de la final del mundial, camiseta de España incluida.
Hoy me he acordado de ti, marinero. De todo lo que he aprendido a tu lado casi sin darme cuenta. Esos gestos tan cotidianos como colocar el paño fenestrado que delimita el campo, protegiéndome las manos para no tocar nada. Ese tirar hacia arriba de los Farabeuf recolocándome cien veces si hace falta para enseñarte lo que necesitabas ver.
Te echo de menos al llegar cada mañana. Un abrazo marinero.
"La cirugía es algo dinámico" -El Tito-
Hoy he vuelto al trabajo después de unos días de descanso relativo. Pero eso será motivo de otro post. He llegado pronto, porque estaba programada en quirófano. Me había estudiado bien la técnica de la colecistectomía laparoscópica, incluso cómo se ponen los trócares según las diferentes escuelas. Preguntándome cual sería la escuela que siguen en Lega… Había visto varios videos en youtube, y en websurg y estaba preparada para la vuelta. Para mi sorpresa, me he encontrado que en lugar de una vesícula era un bazo lo que se quitaba, una biopsia muscular, una biopsia hepática, tres hernias inguinales y unas hemorroides. O sea, que estaba más perdida que un hijo puta en el día del padre. He hecho lo que se hace en estos casos, que es intentar estorbar lo menos posible y si se daba el caso de que pudiera ser de alguna utilidad intentar ayudar.
Pero miremos el lado positivo de la historia, que es que de regalo de vuelta, me han programado, lo cual siempre es de agradecer. Además ha sido un día intenso (no soporto no hacer nada). Y lo mejor de todo: El tito.
El tito es como llaman a uno de mis adjuntos a quien más cariño tengo. Es el que más opera, y espero que nadie se ofenda si digo que es el mejor, o al menos igual de bueno que el mejor. Operando es genial y ayudando excelente. Y es que no hay cosa que no parezca fácil cuando lo tienes al lado en una mesa de quirófano. Y como dice mi tutor, si algo es fácil, es que está bien hecho. Cada vez que me llama niña o nena me hace sentirme como en casa, y es que es muy difícil no quererle. Sabe mantener la calma en situaciones en que muchos otros la pierden, como alguien que se ha enfrentado a mil problemas y los ha vencido con éxito.
Por razones obvias hoy me ha costado bastante seguirle el ritmo, a él y al del cochazo, que cuando se ponen a trabajar tienen más potencia juntos, que el descapotable. Y claro, entre que llevo 10 días sin coger unas pinzas y además eran cirugías que no me había estudiado para la ocasión, me ha costado orientarme en el continuo espacio tiempo. Y ayudar sin saber que estás haciendo o cuál va a ser el siguiente paso es bastante difícil. Pero bueno, como la cirugía es algo dinámico he intentando adaptarme a los cambios y hacer lo que me pedían.
La próxima vez lo haré mejor.
Pero miremos el lado positivo de la historia, que es que de regalo de vuelta, me han programado, lo cual siempre es de agradecer. Además ha sido un día intenso (no soporto no hacer nada). Y lo mejor de todo: El tito.
El tito es como llaman a uno de mis adjuntos a quien más cariño tengo. Es el que más opera, y espero que nadie se ofenda si digo que es el mejor, o al menos igual de bueno que el mejor. Operando es genial y ayudando excelente. Y es que no hay cosa que no parezca fácil cuando lo tienes al lado en una mesa de quirófano. Y como dice mi tutor, si algo es fácil, es que está bien hecho. Cada vez que me llama niña o nena me hace sentirme como en casa, y es que es muy difícil no quererle. Sabe mantener la calma en situaciones en que muchos otros la pierden, como alguien que se ha enfrentado a mil problemas y los ha vencido con éxito.
Por razones obvias hoy me ha costado bastante seguirle el ritmo, a él y al del cochazo, que cuando se ponen a trabajar tienen más potencia juntos, que el descapotable. Y claro, entre que llevo 10 días sin coger unas pinzas y además eran cirugías que no me había estudiado para la ocasión, me ha costado orientarme en el continuo espacio tiempo. Y ayudar sin saber que estás haciendo o cuál va a ser el siguiente paso es bastante difícil. Pero bueno, como la cirugía es algo dinámico he intentando adaptarme a los cambios y hacer lo que me pedían.
La próxima vez lo haré mejor.
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