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jueves, 22 de abril de 2010

Manuel

Manuel era un hombre noble. Manolo, le llamaban. Tenía 65 años y toda la vida había trabajado para cuidar de su familia. Él era de un pueblecito pequeño, de algún lugar manchego, pero llevaba ya más de media vida viviendo en Madrid y yendo al pueblo solamente en vacaciones.

Un buen día Manuel dejó de ser esa persona cuidadosa y amable que todos habían conocido. Sufrió un infarto cerebral, un ictus, decían los médicos, el lóbulo frontal que hace que inhibamos nuestros instintos más primarios, había dejado de funcionar. Su carácter cambió tanto después de aquello que ni su mujer ni sus hijos fueron capaces de entenderlo, y lo dejaron sólo. A sus 66 años, decidió que prefería irse a vivir al coche, antes que quedarse en esa casa en la que tan feliz había sido, porque los recuerdos dolían mucho.



Para ganarse la vida decidió que no era mala opción hacer de chófer de esos pobres desgraciados que van cada día a conseguir su dosis a las barranquillas. Como el dinero no abundaba, y lo importante era conseguir su pizca de evasión al día, aceptaba el pago por otros medios. Sin haberlo probado nunca antes, a esa edad Manolo estaba enganchado al crack que fumaba en compañía de sus clientes, los únicos que eran capaces de entenderlo.

Conocí a Manolo (que por supuesto no es su nombre real) en mi rotación por psiquiatría. Había ingresado en la unidad de corta estancia después de que unos niñatos intentaran quemar su coche, con él dentro. Nunca me olvidaré de su historia.

3 comentarios:

  1. Es una historia dura sin dudas... me hace acordar al famoso caso de Phineas Gage que sufio un accidente que le afecto la misma zona, pero llevado a la realidad mas cercana... realmente duro, excelente post...

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  2. Soraya, de manera que tus sueños se hicieron realidad y obtuviste la plaza que querías, me alegro por te y te felicito, espero que pronto nos estes contando lo que aprendes y tus vivencias en ese hospital

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  3. Mr Dupin: es verdad, es una historia similar, yo lo pensé en su momento, que además coincidió con uña época en la que estaba leyendo a Oliver Sacks. Me alegro de que te guste, y te agradezco el comentario, es agradable tener retroalimentación.

    Garuda, un placer volver a verte por aquí, muchas gracias. No dudes que tendréis noticias.

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