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jueves, 19 de marzo de 2009

Vuelta a casa

Estoy en Ciudad Real. Hacía tanto que no venía que casi ni me acordaba ya. Es gratificante volver y ver la vida de otra manera. Con menos colas, con menos prisas y con la gente de siempre.

No están todos los que son, pero son todos los que están. Madrid está muy bien, y he hecho nuevos amigos. Algunos muy buenos. La mayoría son sólo colegas o conocidos. Hay mucho menos tiempo para ser humano.

De vez en cuando pienso en todas las cosas que me estoy perdiendo en estos años. Las buenas y las malas. Veo a mis primos que van creciendo a tirones y sin que casi me de cuenta me he perdido toda su infancia. Celebraciones familiares a las que no puedo asistir porque coinciden con algún examen. Mis amigas echándose novios a los que casi no conozco. Y lo más triste, enfermedades o alguna muerte de un familiar que no me quisieron contar hasta una semana después porque estaba de exámenes.

Lo peor es que dejas de estar en los planes de la gente. Lo que por otra parte es normal, porque casi nunca estás disponible. Pierdes tu hueco, que se va rellenando con otras cosas. Y sin embargo, al volver, es como si nunca me hubiera ido. Es una paradoja pero así es como funciona.

Barrio Gris (LA FUGA)


Correteando en la plaza ya están,
van detrás del patín y el balón;
ahí estaba yo trece años atrás.
Primeros compis para jugar,
primeros sueños para compartir;
nadie me habló de lo que era vivir aquí.

Como han cambiado el kiosco y el bar
donde ibamos tú y yo a comprar, en el 86,
los cromos del Mundial.
Por un duro me daban dos flash,
por dos pelas un regaliz;
miro el portal donde empecé a reir.

Hoy pasé por allí, pero no era un día más;
me he sentado a pensar como los años se van.
Se han gastado como el viejo regaliz
que siempre soñé con que no tuviera fin.

Barrio gris, dos canicas y un patín.
Barrio gris, aprendiendo a ser feliz.
Barrio gris, el frio no deja vivir.
Barrio gris, yo quiero morir aquí.

Ya crecí, y aprendí que saber no es
como explicaba el hermano José;
¿qué sabe él?, en la calle si que aprendí.
Sigo siendo el niño aquel que muchos
no quisieron comprender;
bebo por placer, canto por sobrevivir.

3 comentarios:

  1. Al final todo, en la Medicina y en la vida, es un balance riesgo-beneficio. Estamos poniendo toda la carne en el asador, dejándonos lo mejor de la vida, por algo que deseamos con todas nuestras fuerzas. Sólo por eso merece la pena. Si no fuera así, sería mejor dedicarse a otra cosa. Pero por suerte, en tu caso, y también en el mío, hay vocación para rato...

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  2. Siempre dejas cosas atrás, cuando te decides por una has dejado otras, es la vida.
    Ahora que tengo "algunos años" creo que todo ha sido como tenía que ser, el balance es bueno, me gusta esta vida, aunque a veces me cansa.
    ¿Merece la pena el esfuerzo? Pues sí, si merece la pena. La vida en sí misma es una paradoja.
    ¡Ánimo! te gustará lo que viene después, aunque a veces .... te canse.
    Mi hija quiere ser cirujano, le mandaré alguno de tus post.

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  3. Almu: Es cierto, y además he encontrado gente como tú, nuevos amigos en los que puedo confiar. Sí que merece la pena, no me perdonaría echar la vista atrás y ver que ví pasar mi vida sin hacer lo que de verdad me llena. Además desarrollas cierto síndrome de Estocolmo. Echo de menos el Hospi...

    Juana, decidir una cosa significa renunciar a otras. Por la medicina debes estar enamorada. Porque te requiere mucho más tiempo y dedicación que ninguna otra cosa. Aunque Mayol-Klint digan que el amor no existe, no he visto a nadie tan enamorado como ellos. Dile a tu hija que si está enamorada de verdad ¡Adelante! Es la más bonita de las profesiones.

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