Hoy ha sido lunes. Como todos lo lunes, las clases han sido en la facultad de medicina y no en el hospital. Los lunes toca medicina legal y forense, toxicología o ambas. Hoy ha tocado una interesante clase de medicina legal y forense. La verdad es que la calidad docente del profesor que la imparte es impresionante, para mi gusto. Para quien no lo sepa la medicina legal es una asignatura diseñada por y para los médicos. No está destinada a tratar pacientes, sino a evaluar las consecuencias de lesiones, indemnizaciones, responsabilidad profesional... Es la medicina de los delitos y las faltas, del codigo penal y también de la tanatología y los mecanismos de la muerte.
Los lunes son tétricos. Estoy segura de que no olvidaré estas clases, porque de vez en cuando, mientras estoy sentada escuchando atentamente la clase magistral, me recorre un escalofrío por el cuerpo que hace que me estremezca de la maldad que el ser humano es capaz de desarrollar. No entiendo que haya gente que se maree en quirófano y permanezca impasible ante la descripción de algunas muertes violentas u otro tipo de situaciones.
Hoy la clase iba sobre contusiones y precipitaciones. Después hemos dado una sobre accidentes de tráfico, atropellos incluidos. Para acabar un seminario sobre medicina de los seguros. Ahí aprendemos cosas tan pintorescas como en cúanto está valorado perder un órgano, en función del órgano que se trate y del trabajo que se realice. El trabajo de los tribunales que valoran las incapacidades y las indemnizaciones que tiene derecho a cobrar un trabajador que sufre una enfermedad ocupacional o un accidente de trabajo. Se sorprerían de saber que todo tiene precio en esta vida, yo me he sorprendido bastante.
En la pared del departamento hay póster colgados de grandes criminales de la historia. Hace frío y se respira el olor de la muerte. Me pregunto de cuánto sufrimiento han sido testigos esos pasillos, esas aulas y las salas del Instituto Anatómico Forense. Seguro que más del que soy capaz de imaginar. Es un lugar que me hace sentir intranquila, me estremece, no sé cómo explicarlo.
La verdad que las clases de Ladrón de Guevara no pasan desapercibidas. Es un buen profesor pero con esas frases de:
ResponderEliminar"Si yo ahora mismo quisiera tomarme unas vacaciones, para ello tendría que matarles a todos... etc".
Creo que la asignatura es bastante necesaria y te das cuenta de la responsabilidad real a la que nos enfrentaremos, sobre todo hoy día en el que parece que la profesión médica está muchas veces cuestionada y cada vez más. Espero que no tengamos que pasar mucho por el juzgado, por nuestro bien y el de nuestros pacientes.
Oye me está encantando el blog, estoy aquí leyéndomelo que no paro, por cierto mola lo de la música porque me la pongo y sigo leyendo así de fondo, está chulO!.
Hola Cris, ¡bienvenida! En tu honor voy a subir la clase del profesor chiflado sobre las arritmias. Si tuviera musiquilla sería perfecta. ¿Te imaginas a Zamorano o a Villacastín explicando así las arritmias? A Rodri si, porque vale para todo...
ResponderEliminarHombre, Soraya, no exageres! Me he sentido un poco aludida por lo de marearse en un quirófano: que no es lo mismo verlo que que te lo cuenten: seguro que si viera a un tío hacer las barbaridades que cuenta Ladrón de Guevara, también me mareaba!
ResponderEliminarPor cierto, enhorabuena: ya has cumplido uno de tus propósitos del año, y sólo estamos en enero!Eres un crack
Bienvenida Almu:
ResponderEliminarPara mi lo del quirófano es algo más físico que emocional, ya lo sabes. Lo otro es una sensación, un sentimiento. Desde luego eres una de las personas con humanidad que he conocido, no creo que permanezcas impasible ante ciertas cosas, así que no debes darte por aludida. No es el ver un cadáver, es pensar el como se ha llegado a determinadas situaciones lo que me hace sentir miedo.
Bueno, ójala todos los própósitos fueran así de fáciles, pero es que entonces la vida sería aburrida. Este año nos convertiremos en médicos (o eso espero) ese sí que es un gran propósito...