Voy a Madrid en AVE. Como tantas otras veces. Miro a mi alrededor y veo el paisaje inconfundible de los campos de Castilla. Esta Castilla a la que pertenezco, y que forma tanta parte de mí como yo de ella. La Castilla del Quijote, de Alarcos, de las tres culturas. De la Mancha, de olivos y viñas. De los Molinos de Viento, del Guadiana y el Tajo y las lagunas de Ruidera, nuestra playa más cercana.
Abandono de nuevo esta tierra, y con ella mi parte más sentimental. Para cultivar mi parte científica, fría y racional, que he dejado en Madrid. Esa ciudad que me ha adoptado y en la que he aprendido tantas cosas. Ciudad a la que debo ya casi un tercio de mi vida. Me cuesta tanto volver a ella, como después abandonarla. Y es lo que pasa cuando se vive entre dos tierras, dos mundos, casi, casi dos culturas.
Es mi decisión, pero a veces cuesta. Si me preguntan si merece la pena, diré que para mí sí, sin apenas dudarlo. Lo que pasa es que a veces noto mis raíces, que intentan que el tallo que va creciendo hacia el sol no se desvíe demasiado.
las raíces han de quedar atrás, el mundo está ahí fuera esperándonos
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo. Hay que tener claro hacia dónde se va, pero también de dónde se viene. Nunca olvides tus raíces ni a la gente que te queremos.
ResponderEliminarSe puede estar en ambos sitios, las plantas están en ambos sitios, a veces es como un dolor, el dolor de crecer, pero pasa y se convierte en un honor, ¡ánimo!.
ResponderEliminarY esta tierra de castilla se queda sola sin ti, sola y triste al pensar que a lo mejor nunca vas ya a estar asentada del todo aqui, triste porque sabe cuanto te va a echar de menos, esta tierra y tu familia. Vuelve pronto. Maria Jesus
ResponderEliminarLa vida da muchas vueltas, y puede que cuando haya aprendido mucho, muchísimo, me vaya para mi tierra a mejorar lo nuestro. Que al SESCAM le hacen falta muchos cambios, y quisiera poder ayudar a ello. Si no lo hacemos los de casa, nadie lo hará. Pero para eso antes tengo que saber cómo y qué...
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