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miércoles, 1 de abril de 2009

Dr Rodrigo

Hoy voy a escribir sobre una de esas personas que han marcado de manera más decisiva mi vida. Para mí y para muchos otros, MI MAESTRO.

Lo nuestro no fue lo que se dice amor a primera vista, por lo menos por mi parte. Llegaba tarde a clase (para no variar mucho) cuando entre en clase y vi a aquel cardiólogo loco, dando saltos para explicarnos los soplos, y hablando de miocardiopatía hipertrófica. ¿Quién podía estar tan feliz a las 8 de la mañana? ¿Que era esa leche de la miocardiopatía? Seguro que otro invento de los cardiólogos para sacarse pasta y prestigio, como los soplos....

Unos tres días después nos encontramos a unos compañeros saliendo de quirófano, los habían echado porque el que estaba en la mesa era este profesor. Él ya lo sabía cuando había venido a dar la clase, y sin embargo no perdió la sonrisa, para vendernos una especialidad tan bonita como la suya.

A los pocos meses nos tocó rotar por cardio. Tres compañeros elegimos la ecocardio, con él. Aunque hablamos con los demás para rotar 1 semana en cada sitio de la especialidad, ya que parecía que la eco no nos iba a valer de mucho.

Llegamos a las prácticas, para presentarnos, y allí estaba él con 2 chicos de tercero, pasándole electros cada 5 segundos, hacía una cuenta atrás (5-4-3-2-1..) Vamos, ¿normal o patológico? ¿Qué habeis visto? Es uno de esos momentos de la vida, en que uno piensa... ¿Dónde me he metido? Pero al fin y al cabo, sólo era exigir bajo presión, algo que tampoco se me suele dar mal.

A partir de entonces, un mundo nuevo se abrió ante nosotros. Cada día nos explicaba uno de los grandes síndromes de la cardio. Nos daba un libro para leer en casa para el día siguiente. Y como después nos hacía mil preguntas, estudié como nunca, sin tener exámen. Aprendimos la sistemática de una exploración bien hecha, ¡por fin supe medir una presión venosa! Empiezas a distinguir las sutilezas de los diferentes pulsos arteriales, y el pulso venoso, que si te fijas mucho sólo tiene una onda en la fibrilación auricular. Resulta que el ventrículo derecho está por delante, y se puede tocar latiendo muy fuerte cuando hay problemas en el pulmón, se puede saber por el tacto donde está el apex, y saber si un corazón está dilatado o no, y si su latido es doble, ya sabes que la aurícula da su patada al llenado, y descartas una FA.

Y en el mundo de la auscultación, empecé a escuchar soplos. Resulta que iban a existir de verdad. Primer tono con el latido carotídeo, segundo todo... ¿dónde escucho el soplo? ¿Borra alguno de los tonos? ¿Aumenta con el Valsalva? Sólo la MCH y el prolapso de la mitral lo hacen. Resulta que si que hay gente con MCH. Los pulsos periféricos, ¿se palpan? Y ¿Cómo está el hígado? Una insuficiencia cardiaca derecha hace que crezca. El primer síntoma de la hipertensión puede ser la alteración del fondo de ojo.

Empecé a ver pacientes, y no enfermedades. Aprendí a interpretar una placa de Tórax, algo que en rayos nadie nos explicó.

SCACEST, SCASEST, Prinz-Metal, Ablaciones, Arritmias, Hipertensión, Cardiopatías estructurales, Insuficiencia cardiaca... Todo empezaba a encajar y tener sentido. Otras enfermedades podían afectar el corazón, y éste a su vez dar patología de otros órganos.

Aprendí que ninguna prueba es gratuita, cualquier acto médico conlleva sus riesgos, y merece la pena cuando el beneficio que esperas obtener los supera claramente. Cuando operar o cuando no hacerlo, cuando pedir una coronariografía, cuando una prueba de esfuerzo, si es positiva en chica joven sin FRCV, hay que tener en cuenta la baja probabilidad pre-Test. Stent recubiertos vs Stent convencionales, diferentes tratamientos...

Es imposible explicar todo lo que aprendí con palabras. Después por medio de un colega suyo 4 de sus alumnos pasamos el verano en Londres, en "The Heart Hospital" donde hacían un estudio sobre la genética de la miocardiopatía hipertrófica en Europa, y son Hospital de referencia en este sentido. Pero además vimos muchas otras cosas, que aquí pueden no ser tan frecuentes. Había una consulta, sólo para pacientes con Sd de QT largo, otra de anomalías congénitas, una prueba de esfuerzo cardiopulmonar, que aquí creo que sólo se utiliza para quienes van a recibir un trasplante, y vimos bastantes cirugías cardiacas y torácicas.

Todo gracias a Rodri (que aunque todo el mundo le llame así no es su nombre, sino su apellido). Me ha enseñado a ser buena médico y sobre todo a ser buena persona. Es el cardiólogo que yo querría para mi padre. Es el mejor profesor que he tenido sin duda.

Por este motivo, será mi padrino, y el de unas compañeras que opinan lo mismo que yo. Nadie ha marcado tanto mi carrera.

Ni que decir tiene que al final no les pedimos el cambio a nuestros compañeros y nos hicimos toda la rotación en ecocardio, los miércoles tocaba holter y los viernes consulta, ahí fue donde más aprendimos.

3 comentarios:

  1. Jo, se me ha saltado una lagrimilla recordándolo todo, sin duda los mejores meses en el Hospital que he pasado nunca y donde más he aprendido.

    Aprendimos la cardiología desde los cimientos, desde la exploración, que es fundamental, atendiendo a los sentidos.

    Ojalá algún día pueda llegar a ser la mitad de buena médico que él, con eso me conformaría.

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  2. Welcome home, Cris, sin ti esto pierde mucho. Supongo que habreis disfrutado...

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  3. La verdad es que tendría tantas cosas que decir que no sé muy bien cómo hacerlo! Supongo que cualquiera que estudie con mucha ilusión una carrera aspira a ser bueno en su trabajo. Al menos eso es lo que yo deseo. Y después de haber rotado con un montón de médicos había visto muchas formas de ejercer. Pero no sabía bien cómo se hacía eso de ser bueno. Lo descubrí cuando conocí a Rodrigo. Nunca había conocido a nadie que fuera capaz de juntar rigor científico, trato humano y espíritu docente como él. Estar en su consulta impresiona: la medicina parece sencilla, y el trato con el paciente (los suyos lo veneran!) un auténtico placer.
    En resumen: es el médico que yo quiero ser. Y creo que tener un modelo al que aspirar a parecerse es un gran regalo.

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